VISITÁ NUESTRO NUEVO SITIO

VISITÁ NUESTRO NUEVO SITIO
TUS APUNTES DE HISTORIA.ORG

miércoles, 6 de junio de 2012

DESCUBRIMIENTO, CONQUISTA Y EVANGELIZACIÓN (Material especial)


Descubrimiento y evangelización

Descubrimiento

La palabra descubrir, según el Diccionario, significa simplemente «hallar lo que estaba ignorado o escondido», sin ninguna acepción peyorativa. En referencia a América, desde hace cinco siglos, ya desde los primeros cronistas hispanos, venimos hablando de Descubrimiento, palabra en la que se expresa una triple verdad.
1. España, Europa, y pronto todo el mundo, descubre América, un continente del que no había noticia alguna. Este es el sentido primero y más obvio. El Descubrimiento de 1492 es como si del océano ignoto surgiera de pronto un Nuevo Mundo, inmenso, grandioso y variadísimo.

2. Los indígenas americanos descubren también América a partir de 1492, pues hasta entonces no la conocían. Cuando los exploradores hispanos, que solían andar medio perdidos, pedían orientación a los indios, comprobaban con frecuencia que éstos se hallaban casi tan perdidos como ellos, pues apenas sabían algo -como no fueran leyendas inseguras- acerca de lo que había al otro lado de la selva, de los montes o del gran río que les hacía de frontera. En este sentido es evidente que la Conquista llevó consigo un Descubrimiento de las Indias no sólo para los europeos, sino para los mismos indios. Los otomíes, por poner un ejemplo, eran tan ignorados para los guaraníes como para los andaluces. Entre imperios formidables, como el de los incas y el de los aztecas, había una abismo de mutua ignorancia. Es, pues, un grueso error decir que la palabra Descubrimiento sólo tiene sentido para los europeos, pero no para los indios, alegando que «ellos ya estaban allí». Los indios, es evidente, no tenían la menor idea de la geografía de «América», y conocían muy poco de las mismas naciones vecinas, casi siempre enemigas. Para un indio, un viaje largo a través de muchos pueblos de América, al estilo del que a fines del siglo XIII hizo Marco Polo por Asia, era del todo imposible.
En este sentido, la llegada de los europeos en 1492 hace que aquéllos que apenas conocían poco más que su región y cultura, en unos pocos decenios, queden deslumbrados ante el conocimiento nuevo de un continente fascinante, América. Y a medida que la cartografía y las escuelas se desarrollan, los indios americanos descubren la fisonomía completa del Nuevo Mundo, conocen la existencia de cordilleras, selvas y ríos formidables, amplios valles fértiles, y una variedad casi indecible de pueblos, lenguas y culturas...
Madariaga escribe: «Los naturales del Nuevo Mundo no habían pensado jamás unos en otros no ya como una unidad humana, sino ni siquiera como extraños. No se conocían mutuamente, no existían unos para otros antes de la conquista. A sus propios ojos, no fueron nunca un solo pueblo. «En cada provincia -escribe el oidor Zorita que tan bien conoció a las Indias- hay grande diferencia en todo, y aun muchos pueblos hay dos y tres lenguas diferentes, y casi no se tratan ni conocen, y esto es general en todas las Indias, según he oído» [...] Los indios puros no tenían solidaridad, ni siquiera dentro de los límites de sus territorios, y, por lo tanto, menos todavía en lo vasto del continente de cuya misma existencia apenas si tenían noción. Lo que llamamos ahora Méjico, la Nueva España de entonces, era un núcleo de organización azteca, el Anahuac, rodeado de una nebulosa de tribus independientes o semiindependientes, de lenguajes distintos, dioses y costumbres de la mayor variedad. Los chibcha de la Nueva Granada eran grupos de tribus apenas organizadas, rodeados de hordas de salvajes, caníbales y sodomitas. Y en cuanto al Perú, sabemos que los incas lucharon siglos enteros por reducir a una obediencia de buen pasar a tribus de naturales de muy diferentes costumbres y grados de cultura, y que cuando llegaron los españoles, estaba este proceso a la vez en decadencia y por terminar. Ahora bien, éstos fueron los únicos tres centros de organización que los españoles encontraron. Allende aztecas, chibchas e incas, el continente era un mar de seres humanos en estado por demás primitivo para ni soñar con unidad de cualquier forma que fuese» (El auge 381-382).

3. Hay, por fin, en el término Descubrimiento un sentido más profundo y religioso, poco usual. En efecto, Cristo, por sus apóstoles, fue a América a descubrir con su gracia a los hombres que estaban ocultos en las tinieblas. Jesucristo, nuestro Señor, cumpliendo el anuncio profético, es el «Príncipe de la paz... que arrancará el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones» (Is 25,7). Fue Cristo el que, allí, por ejemplo, en Cuautitlán y Tulpetlac, descubrió toda la bondad que podía haber en el corazón del indio Cuauhtlatoatzin, si su gracia le sanaba y hacía de él un hombre nuevo: el beato Juan Diego.
Así pues, bien decimos con toda exactitud que en el año de gracia de 1492 se produjo el Descubrimiento de América.

Encuentro

En 1492 se inica un Encuentro entre dos mundos sumamente diferentes en su desarrollo cultural y técnico. Europa halla en América dos culturas notables, la mayo-azteca, en México y América central, y la incaica en Perú, y un conjunto de pueblos sumidos en condiciones sumamente primitivas.
La Europa cristiana y las Indias son, pues, dos entidades que se encuentran en un drama grandioso, que se desenvuelve, sin una norma previa, a tientas, sin precedente alguno orientador. Ambas, dice Rubert de Ventós, citado por Pedro Voltes, eran «partes de un encuentro puro, cuyo carácter traumático rebasaba la voluntad misma de las partes, que no habían desarrollado anticuerpos físicos ni culturales que preparasen la amalgama. De ahí que ésta fuera necesariamente trágica» (Cinco siglos 10).
Quizá nunca en la historia se ha dado un encuentro profundo y estable entre pueblos de tan diversos modos de vida como el ocasionado por el descubrimiento hispánico de América. En el Norte los anglosajones se limitaron a ocupar las tierras que habían vaciado previamente por la expulsión o la eliminación de los indios. Pero en la América hispana se realizó algo infinitamente más complejo y difícil: la fusión de dos mundos inmensamente diversos en mentalidad, costumbres, religiosidad, hábitos familiares y laborales, económicos y políticos. Ni los europeos ni los indios estaban preparados para ello, y tampoco tenían modelo alguno de referencia. En este encuentro se inició un inmenso proceso de mestizaje biológico y cultural, que dio lugar a un Mundo Nuevo.

La renovación de lo viejo

El mundo indígena americano, al encontrarse con el mundo cristiano que le viene del otro lado del mar, es, en un cierto sentido, un mundo indeciblemente arcaico, cinco mil años más viejo que el europeo. Sus cientos de variedades culturales, todas sumamente primitivas, sólo hubieran podido subsistir precariamente en el absoluto aislamiento de unas reservas. Pero en un encuentro intercultural profundo y estable, como fue el caso de la América hispana, el proceso era necesario: lo nuevo prevalece.
Una cultura está formada por un conjunto muy complejo de ideas y prácticas, sentimientos e instituciones, vigente en un pueblo determinado. Pues bien, muchas de las modalidades culturales de las Indias, puestas en contacto con el nuevo mundo europeo y cristiano, van desfalleciendo hasta desaparecer. Cerbatanas y hondas, arcos y macanas, poco a poco, dejan ya de fabricarse, ante el poder increíble de las armas de fuego, que permiten a los hombres lanzar rayos. Las flautas, hechas quizá con huesos de enemigos difuntos, y los demás instrumentos musicales, quedan olvidados en un rincón ante la selva sonora de un órgano o ante el clamor restallante de la trompeta.
Ya los indios abandonan su incipiente arte pictográfico, cuando conocen el milagro de la escritura, de la imprenta, de los libros. Ya no fabrican pirámides pesadísimas, sino que, una vez conocida la construcción del arco y de otras técnicas para los edificios, ellos mismos, superado el asombro inicial, elevan bóvedas formidables, sostenidas por misteriosas leyes físicas sobre sus cabezas. La desnudez huye avergonzada ante la elocuencia no verbal de los vestidos. Ya no se cultivan pequeños campos, arando la tierra con un bastón punzante endurecido al fuego, sino que, con menos esfuerzo, se labran inmensas extensiones gracias a los arados y a los animales de tracción, antes desconocidos.
Ante el espectáculo pavoroso que ofrecen los hombres vestidos de hierro, que parecen bilocarse en el campo de batalla sobre animales velocísimos, nunca conocidos, caen desanimados los brazos de los guerreros más valientes. Y luego están las puertas y ventanas, que giran suavemente sobre sí mismas, abriendo y cerrando los huecos antes tapados con una tela; y las cerraduras, que ni el hombre más fuerte puede vencer, mientras que una niña, con la varita mágica de una llave, puede abrir sin el menor esfuerzo. Y está la eficacia rechinante de los carros, tirados por animales, que avanzan sobre el prodigio de unas ruedas, de suave movimiento sin fin...
Pero si esto sucede en las cosas materiales, aún mayor es el desmayo de las realidades espirituales viejas ante el resplandor de lo nuevo y mejor. La perversión de la poligamia -con la profunda desigualdad que implica entre el hombre y la mujer, y entre los ricos, que tienen decenas de mujeres, y los pobres, que no tienen ninguna-, no puede menos de desaparecer ante la verdad del matrimonio monogámico, o sólo podrá ya practicarse en formas clandestinas y vergonzantes. El politeísmo, los torpes ídolos de piedra o de madera, la adoración ignominiosa de huesos, piedras o animales, ante la majestuosa veracidad del Dios único, creador del cielo y de la tierra, no pueden menos de difuminarse hasta una desaparición total. Y con ello toda la vida social, centrada en el poder de los sacerdotes y en el ritmo anual del calendario religioso, se ve despojada de sus seculares coordenadas comunitarias...
¿Qué queda entonces de las antiguas culturas indígenas?... Permanece lo más importante: sobreviven los valores espirituales indios más genuinos, el trabajo y la paciencia, la abnegación familiar y el amor a los mayores y a los hijos, la capacidad de silencio contemplativo, el sentido de la gratuidad y de la fiesta, y tantos otros valores, todos purificados y elevados por el cristianismo. Sobrevive todo aquello que, como la artesanía, el folklore y el arte, da un color, un sentimiento, un perfume peculiar, al Mundo Nuevo que se impone y nace.

Conquista

Al Descubrimiento siguió la Conquista, que se realizó con una gran rapidez, en unos veinticinco años (1518-1555), y que, como hemos visto, no fue tanto una conquista de armas, como una conquista de seducción -que las dos acepciones admite el Diccionario-. En contra de lo que quizá pensaban entonces los orgullosos conquistadores hispanos, las Indias no fueron ganadas tanto por la fuerza de las armas, como por la fuerza seductora de lo nuevo y superior.
¿Cómo se explica si no que unos miles de hombres sujetaran a decenas de millones de indios? En La crónica del Perú, hacia 1550, el conquistador Pedro de Cieza se muestra asombrado ante el súbito desvanecimiento del imperio incaico: «Baste decir que pueblan una provincia, donde hay treinta o cuarenta mil indios, cuarenta o cincuenta cristianos» (cp.119). ¿Cómo entender, si no es por vía de fascinación, que unos pocos miles de europeos, tras un tiempo de armas muy escaso, gobernaran millones y millones de indios, repartidos en territorios inmensos, sin la presencia continua de algo que pudiera llamarse ejército de ocupación? El número de españoles en América, en la época de la conquista, era ínfimo frente a millones de indios.
En Perú y México se dio la mayor concentración de población hispana. Pues bien, según informa Ortiz de la Tabla, hacia 1560, había en Perú «unos 8.000 españoles, de los cuales sólo 480 o 500 poseían repartimientos; otros 1.000 disfrutaban de algún cargo de distinta categoría y sueldo, y los demás no tenían qué comer»... Apenas es posible conocer el número total de los indios de aquella región, pero sólamente los indios tributarios eran ya 396.866 (Introd. a Vázquez, F., El Dorado). Así las cosas, los españoles peruanos pudieron pelearse entre sí, cosa que hicieron con el mayor entusiasmo, pero no hubieran podido sostener una guerra prolongada contra millones de indios.
Unos años después, en la Lima de 1600, según cuenta fray Diego de Ocaña, «hay en esta ciudad dos compañías de gentileshombres muy honrados, la una [50 hombres] es de arcabuces y la otra [100] de lanzas... Estas dos compañías son para guarda del reino y de la ciudad», y por lo que se ve lucían sobre todo en las procesiones (A través cp.18).
Se comprende, pues, que el término «conquista», aunque usado en documentos y crónicas desde un principio, suscitará con el tiempo serias reservas. A mediados del XVI «desaparece cada vez más la palabra y aun la idea de conquista en la fraseología oficial, aunque alguna rara vez se produce de nuevo» (Lopetegui, Historia 87). Y en la Recopilación de las leyes de Indias, en 1680, la ley 6ª insiste en suprimir la palabra «conquista», y en emplear las de «pacificación» y «población», ateniéndose así a las ordenanzas de Felipe II y de sus sucesores.
La conquista no se produjo tanto por las armas, sino más bien, como veíamos, por la fascinación y, al mismo tiempo, por el desfallecimiento de los indios ante la irrupción brusca, y a veces brutal, de un mundo nuevo y superior. El chileno Enrique Zorrilla, en unas páginas admirables, describe este trauma psicológico, que apenas tiene parangón alguno en la historia: «El efecto paralizador producido por la aparición de un puñado de hombres superiores que se enseñoreaba del mundo americano, no sería menos que el que produciría hoy la visita sorpresiva a nuestro globo terráqueo de alguna expedición interplanetaria» (Gestación 78)...
Por último, conviene tener en cuenta que, como señala Céspedes del Castillo, «el más importante y decisivo instrumento de la conquista fueron los mismos aborígenes. Los castellanos reclutaron con facilidad entre ellos a guías, intérpretes, informantes, espías, auxiliares para el transporte y el trabajo, leales consejeros y hasta muy eficaces aliados. Este fue, por ejemplo, el caso de los indios de Tlaxcala y de otras ciudades mexicanas, hartos hasta la saciedad de la brutal opresión de los aztecas. La humana inclinación a hacer de todo una historia de buenos y malos, una situación simplista en blanco y negro, tiende a convertir la conquista en un duelo entre europeos y nativos, cuando en realidad muchos indios consideraron preferible el gobierno de los invasores a la perpetuación de las elites gobernantes prehispánicas, muchas veces rapaces y opresoras (si tal juicio era acertado o erróneo, no hace al caso)» (América hisp. 86).

IRABURU, José María. Hechos de los apóstoles de América (FRAGMENTOS)

sábado, 2 de junio de 2012

PROTECCIÓN DE LOS ABORIGENES

Evangelización y protección de los aborígenes
La Guerra Justa
En este nuevo periodo de la controversia, el que más se destaco en defensa de los indios fue el jurisconsulto fray Francisco de Vitoria, quien ha sido, además, uno de los fundadores del moderno derecho internacional. Su pensamiento esta expresado fundamentalmente en su obra “Relecciones sobre los Indios y el derecho de Guerra” (1539). Vitoria sentó, ante todo, la distinción entre “guerra injusta” y “guerra justa”. Sus afirmaciones eran, en realidad, un retorno al problema de los justos títulos, que aun no había tenido correcta resolución.
Consideraba “guerra injusta” la que pudiera hacerse contra los indios en virtud del poder imperial y de la donación papal: “El emperador (Carlos V) no es señor de todo el orbe; aunque fuera amo del mundo, no por eso podría ocupar las provincias de los indios, ni instituir nuevos señores, ni imponer tributos; el Papa no es señor civil o temporal de todo el orbe; aunque tuviese potestad secular sobre el mundo, no podría transmitirla a los príncipes seculares; el Papa no tiene potestad temporal sobre los indios ni sobre los infieles…” Ni siquiera la negación de los indios a bautizarse y aceptar el Evangelio, cuya predicación es el motivo de la donación de Alejandro VI, podía autorizar a la violencia contra los indios: “Aunque se hubiera anunciado a los barbaros la fe, no es licito, porque ellos no la quieran recibir, perseguirles con la guerra y despojarlos de sus bienes.      
Francisco de Vitoria exponía luego ciertos derechos de los españoles en Indias: “Los españoles tienen el derecho de recorrer las provincias de los barbaros indios y de establecerse en ellas, pero sin daño de los naturales”; “es licito a los españoles negociar en las tierras de los indios sin perjuicio de la patria de los mismos”; “no deben ser hostilizados los indios ni privados de sus bienes, si libremente y sin obstáculos permiten predicar el Evangelio, aunque ellos no reciban la fe”; etc.
El jurista y teólogo dominico sostenía que estas y otras cosas eran de derecho natural, y que los indios no podían impedir la libre intercomunicación de los pueblos. En caso de oponerse a ello con la violencia, solo entonces podían recurrir los españoles a las armas para asegurar sus derechos naturales.
La prédica de los dominicos no logro que España se retirara de las Indias, aunque es justicia reconocer que Carlos V considero seriamente la posibilidad de hacerlo. Obtuvo, en cambio, una legislación cada vez más favorable a los indígenas, aunque dichas leyes no siempre se cumplieron.
La situación social de los indios y la legislación Española.
La Corona y el Buen Trato de los Indios:
Si el descubrimiento de América planteó de inmediato graves problemas jurídicos de índole internacionales, no menos trascendentales fueron los que se presentaron en el plano humano y social entre españoles e indios.
Los conquistadores vinieron a estas tierras trayendo la conformación social europea dentro de la cual habían vivido, pero el continente americano estaba habitado a lo largo y a lo ancho por hombres a quienes llamaron equívocamente “indios”, nombre que subsistió aun después de comprobarse que estaba lejos de ser las indias orientales.
El encuentro entre los indios y españoles fue violen y la sangre de ambos grupos corrió desde los primeros tiempos de la conquista como pudo comprobarlo el mismo Colón con la guarnición del fuerte de Navidad.
Pero lo indios americanos no se presentaron ante los españoles como naciones de igual cultura y civilización y estos no tardaron en advertirlo. Algunas tribus, de patrimonio cultural más rico, asimilaron rápidamente los nuevos elementos de la civilización europea. Otros, en cambio, resistieron tenazmente todo intento de convivir con los españoles y trataron de destruir sistemáticamente todo asiento y población de los blancos.
Cierto es que hubo conquistadores y soldados que los exasperaron con su mal trato, pero, más que actitudes particulares, importa, en el plano institucional, destacar cual fue la política social seguida oficialmente por la corona española.
Desde el primer momento los reyes Católicos declararon que los indios eran seres humanos iguales a los europeos, a pesar de sus diferencias radicales y culturales, aunque esto no se hizo son controversia. Los teólogos y juristas que asesoraron a los reyes expresaron enseguida la necesidad de promover si conversión al cristianismo. Así de determino en las “instrucciones” que dieron los monarcas a Colón el 29 de mayo 1493. La Bula “Piis Fidelium”, emitida por Alejandro VI ese mismo año, encarecía a los misioneros españoles la predicación apostólica en las Indias. 
El pensamiento oficial de la corona española respecto de la posición social de los indios esta expresada cabalmente en las Leyes de Indias que se fueron dictando durante el periodo hispánico y que está contenida en el Libro VI de la Recopilación que mando publicar Don Carlos II en 1680. Toda ella está inspirada en el testamento de la reina Isabel la Católica, que decía: “Suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa mi hija y al Príncipe su marido, que pongas mucha diligencia y no consientan ni den lugar a que los Indios, vecinos y moradores de las dichas Islas y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes…”
De acuerdo con estos deseos, Fernando V reconoció la igualdad social entre españoles e indios al expedir el 19 de octubre de 1514 la siguiente orden real:
    “Es nuestra voluntad que los Indios e Indias tengan, como deben, entera libertad para casarse con quien quisieren, así con los Indios como con naturales de estos reinos de España, o con Españoles nacidos en las indias, y que en esto no se les haga impedimento. Y mandamos que ninguna orden nuestra que se hubiese dado o que por Nos fuere dada pueda impedir ni impida el matrimonio entre los Indios e Indias con Españolas o Españoles, y que todos tengan libertad para casarse con quien quisieren; y nuestras Audiencias procuren que si se guarde y se cumpla”.
La importancia de esta disposición, reiterada en 1515 y 1556, radica en que el matrimonio era la piedra de toque para medir la igualdad social entre los diversos estamentos sociales europeos, y lo fue consiguientemente en la nueva sociedad que gestaba en Hispanoamérica.
La Esclavitud y su anulación
La presencia del indio en América suscito la discusión acerca de su condición humana. La influencia de Aristóteles en las ideas filosóficas y teológicas de la Edad Media era grande, de manera que hubo quienes sostuvieron que el indio podía ser esclavizado pues era inferior al blanco por derecho natural, y, por lo mismo, siervo y esclavo por naturaleza. Los defensores de la esclavitud empleaban los argumentos aristotélicos que aceptaban la existencia de hombres que habían nacido para estar sujetos a la servidumbre.
El primer esclavista fue el propio Cristóbal Colón, quien en su segundo viaje envio unos quinientos indios a España para que fueran vendidos como esclavos, con el fin de pagar con ellos parte de los gastos de su expedición. La reina Isabel, ordeno que se les diera libertad y se les restituyera a sus tierras.
La polémica en torno de la situación social de los indios estuvo íntimamente relacionada con la que se mantuvo acerca de los “Justos Títulos” y la “Guerra Justa”. La tesis cristiana de la igualdad triunfo sin mayos resistencia, aunque la corona concedió a veces la autorización para reducir indios a la condición de esclavos en ciertos casos, como rebeldía contumaz y antropofagia.   
La prohibición de esclavizar a los indios fue reiterada por Carlos V en noviembre de 1526. Esta real disposición de Carlos V fue renovada en 1530, en 1532, en 15402 y en 1548. Subsistieron sin embargo ciertos casos especiales en que se mantenía la licitud de la esclavitud, aun cuando la promulgación de las leyes Nuevas (1542) determinaba que había que cesar.
La esclavitud existía en América antes del descubrimiento. Entre otros pueblos, la practicaban los aztecas y los incas. También para ellos se dictaron leyes que vedaban la esclavitud: “Prohibimos a los caciques y principales tener, vender o trocar por esclavos a los indios; y asimismo a los Españoles podérselos comprar ni rescatar; y el que contraviniere, incurra en las penas estatuidas, quedando libres los indios que así fueren tenidos, vendidos o cambiados”.
Encomiendas Indianas
La institución económico-social que se conoce con el nombre de “Encomienda” se inicio en La Española a raíz del repartimiento de indios hechos en esa isla por Cristóbal Colón y se extendió posteriormente a toda la América hispana. De ahí la necesidad de distinguir entre la “encomienda antillana” y la “encomienda continental”.
El reparto de indios que hizo el Almirante en 1499 respondió a la necesidad de compensar a los españoles los esfuerzos y sacrificios que habían realizado en la empresa. Consistió en imponer a cierto número de indios la obligación de realizar trabajos agrícolas para los pobladores españoles, que padecías graves necesidades en La Española.
Esta repartición, que era un modo de servidumbre o esclavitud atenuada, no obtuvo la aprobación de la corona, y, aunque hubo nuevos repartimientos y asignaciones de indios para servicio de los pobladores, en diciembre de 1503 se decreto su abolición. Sin embargo, no tardo en reimplantarse su práctica.
Las Leyes de Burgos y la encomienda
Promulgadas en 1512, marcan otra etapa de la encomienda antillana. Según estas disposiciones –dadas para acallar las reclamaciones de los misioneros- el trabajo de los indios debía limitarse a dos periodos anuales de cinco meses, separados por cuarenta días de descanso; debían construirse casas e iglesias para los indios en la propia encomienda; la alimentación debía estar proporcionada al trabajo encomendado; habría visitadores oficiales que controlarían el trato a los indios, el pago de sus salarios y la limitación de las jornadas.
La mita
La mita fue un sistema laboral institucionalizado por España en sus posesiones americanas que consistió en planificar el trabajo de los indios y obligarlos a la prestación de servicios en cambio de su retribución mediante salarios o exenciones de impuestos.
Los españoles se encontraron con que el indios era naturalmente indolente y poco afecto al trabajo organizado; sin negar esta afirmación, debe admitirse que la economía indiana anterior a la conquista no estaba encuadrada dentro de los moldes europeos conocidos por los españoles; “la holganza” indígena era la consecuencia natural de una concepción de la vida totalmente distinta, basada en un peculiar patrimonio cultural. De ahí que no les ofreciera aliciente ni siquiera el salario que se les pagaba.      

                         
  

LA EVANGELIZACION DE AMERICA

LA EVANGELIZACIÓN
Y LA SITUACIÓN DE LOS ABORIGENES
Durante la Cristiandad en Europa, Dios era considerado como lo más importante y como centro de la vida del hombre. En la España de los reyes Católicos predominaba esta concepción de la vida y del mundo. Por ello no debe extrañarnos que la conversión de los indígenas fuera lo que impulsara a los monarcas a enviar a sus hombres a enfrentarse a tantos peligros a tierras tan lejanas. Esto no quiere decir que no existieran motivaciones políticas y económicas, pero fueron secundarias. Así, junto a los conquistadores, llegaron los religiosos y la Iglesia asumió el compromiso de evangelizar en América a millones de nativos. Comenzando por las Antillas los abnegados misioneros llevaron la palabra de Jesucristo a todo el continente.
            Apoyados por la corona los religiosos desarrollaron una inmensa labor y así como la Europa de los Barbaros a comienzos de la cristiandad fue ganada para Dios, así ocurrió con América. En ambos casos fue una tarea titánica, en ambos casos muchos de sus protagonistas dieron testimonio de fidelidad con su propia vida llegando hasta el martirio.
Una vez organizadas las tierras descubiertas y después de establecer los primeros poblados, los religiosos continuaban sus tareas y así nacieron los primeros obispados; inicialmente dependientes del arzobispado de Sevilla: Santo Domingo y concepción en la Española, y San Juan, en Puerto Rico. Luego se fueron creando otros.
Se calcula que un total de 110 religiosos viajaban a América cada año, siendo todos sus gastos cubiertos por la Corona. Una vez en el nuevo continente eran asignados a diferentes zonas, supervisados y apoyados por el estado. A la vez se encargaban de controlar de que no hubiera abusos contra los naturales y que se los educara adecuadamente. El controlo y el apoyo entre la Iglesia y la Corona eran mutuos.
Situación Española ante el Descubrimiento:
Debemos destacar que ante el descubrimiento de América, España vio llegar nuevos y variados problemas. Una de las principales cuestiones fue el encuentro producido entre los españoles y los habitantes de estas nuevas tierras. España empezó entonces a debatir la condición de los indígenas.

LA OBRA DE LA IGLESIA
            Un objetivo central de la conquista española fue la evangelización, es decir la conversión de los indígenas al catolicismo. El Papa concedió a los Reyes Católicos el PATRONATO, según el cual los monarcas podían organizar diócesis (provincias eclesiásticas), nombrar obispos y cobrar el diezmo, a cambio de evangelizar a los indígenas. Por el patronato, la corona debía defender la fe católica, sustentar al clero, facilitar los viajes de los misioneros y construir iglesias y hospitales.
            Desde comienzos del siglo XVI, numerosas órdenes religiosas llegaron a América con el permiso de la corona. Entre ellas, las de Dominicos, Franciscanos, Agustinos, Mercedarios, Recoletos y Jesuitas. Para lograr la evangelización de los indígenas, muchos sacerdotes aprendieron las lenguas nativas.
            Desde mediados del siglo XVI, se impuso el espíritu religioso propio de la contrarreforma y llego la orden de los jesuitas, integrada no solo por españoles sino también por italianos, alemanes, franceses, belgas, entre otros. Muchos de ellos eran científicos, arquitectos e intelectuales.
            La iglesia tuvo una gran influencia en la vida de todos los individuos que componían la sociedad colonial. Por ejemplo, la partida de bautismo era el único documento de identidad y el matrimonio religioso, el único posible. Las fiestas litúrgicas marcaban el ritmo de la vida cotidiana y la iglesia tenía un papel fundamental en la difusión de la cultura.   
La iglesia y la difusión de la cultura
            La iglesia cumplió en América un importante papel en relación con la educación de niños y de jóvenes en colegios, seminarios y universidades. Durante los siglos XVI y XVII hubo escuelas primarias en todos los conventos franciscanos. Las niñas recibían educación en conventos femeninos y en escuelas dirigidas por señoras asesoradas por sacerdotes. Los hijos de caciques asistían a escuelas especiales.
Las universidades estuvieron al principio a cargo de dominicos y franciscanos, pero en el siglo XVIII predominaron los jesuitas. Los hijos de las principales familias hacían allí sus estudios de filosofía, teología, arte, retorica y gramática. La primera universidad de América fue la de San Marcos fundada en Perú en 1551 y la más antigua de argentina fue la de Córdoba fundada en 1613, dirigida por los jesuitas. La de San Javier, en Charcas o Chuquisaca (actual Bolivia) comenzó sus actividades en 1624.  

TRABAJO PRACTICO ESPECIAL

FUNDACION DE JUJUY

CUNSULTAR CONSIGNAS EN: 

viernes, 1 de junio de 2012

LA CULTURA CRIOLLA

LA CULTURA CRIOLLA:
Origen, definición y significado
·         ORIGEN:
A partir del año 1492, con el descubrimiento de América y el posterior proceso de conquista y evangelización, se produce el encuentro de los pueblos precolombinos o aborígenes de estas nuevas tierras, con la Cultura Occidental Cristiana, dando así origen a la CULTURA CRIOLLA.
·         DEFINICION:
            La Cultura Criolla es la identidad cultural propia de América, a la cual también podemos llamar HISPANOAMERICANA. Es el resultado de la fusión cultural de Europa y América, de la inculturación y de la evangelización del continente.
Podemos afirmar que la CULTURA CRIOLLA es la Cristiandad en América.
·         SIGNIFICADO:
            Podemos decir que la Cultura Criolla adquiere un fuerte significado para nosotros, ya que constituye nuestra cultura, es nuestra identidad como pueblo y es lo que nos diferencia ante el mundo. Es el resultado de la unión de lo más noble que hubiera originalmente en estas tierras americanas, junto con lo más selecto y exquisito de la Cristiandad que aun brillaba en España. Esto dio origen a un nuevo arquetipo de caballero cristiano: el Criollo o mestizo.
·         PARA SU MEJOR COMPRENSIÓN LA ESTUDIAMOS EN TRES ETAPAS:
1ra. ETAPA:
“De Origen y Consolidación (Siglos XVI y XVII)”
Los siglos XVI y XVII marcan el origen y la consolidación de la Cultura Criolla, bajo el reinado de los Reyes Católicos y la dinastía de los reyes Austria. Carlos V, hereda el trono de sus abuelos, iniciando esta dinastía. Su gran ideal: un Imperio Cristianas que se verá concentrado aquí en América, un imperio de nuevo cuño, nacido de la Providencia, que marcara el sentido misional de la empresa colonizadora española. Esta etapa es clave para entender nuestra historia, ya que es donde se forjan las bases de nuestra “Identidad Nacional”, con raíces hispano – cristianas. Esto nos permite afirmar que los valores que edificaran la patria serán cristianos, la educación integral desde la síntesis entre Fe y ciencia, la formación integral de la persona desde la vida virtuosa.  
El Criollo será el protagonista en esta etapa, cultivando y transmitiendo los valores de la cristiandad en esta nueva Patria Gaucha. 
2da. ETAPA:
“De la Colonia (Siglo XVIII)”
La ubicamos a partir del siglo XVIII. El ultimo Austria muere sin descendencia, y el nuevo rey, proveniente de la dinastía francesa Borbón, en España será Felipe V “Borbón”. Estos reyes traerán una nueva mentalidad, una mentalidad MODERNA E ILUSTRADA, que afectara tanto a España como a América.
Por ello en nuestra Patria, denominaremos históricamente a esta etapa como época de la colonia, marcada por una crisis en la Cultura Criolla que con esta nueva mentalidad vera atacados sus valores cristianos y su estilo de vida criollo.
3ra. ETAPA:
“Época Independentista (Siglo XIX)”
Comienza en el siglo XIX y se caracteriza por diferentes acontecimientos que van a marcar fuertemente la vida histórica de nuestra nación.
Los Criollos, cansados de un gobierno español que ya no los representaba y que combatía las tradiciones patrias y al mismo al criollo, se veían disminuidos a un segundo plano en estas tierras, por ello llevaran adelante un proceso histórico – político, que buscara cortar con los lazos que los unían políticamente a España, para así, poder reivindicar las tradiciones y recuperar los derechos políticos.
La revolución de mayo, la guerra por la independencia y la declaración de la independencia en el Congreso de 1816, constituyen los ejes principales de este proceso histórico.
SURGIMIENTO DE LAS COSMOVISIONES
Paralela a esta situación, el siglo XIX, marcara la formación de dos grupos que mirarán y entenderán el destino de la Patria de maneras diferentes. Es aquí donde surgen dos formas distintas de ver al país: LOS FEDERALES y LOS UNITARIOS, estas constituirán dos cosmovisiones que comprenderán la realidad de formas totalmente opuestas y que llevaron a un enfrentamiento constante y fervoroso.  
·         LOS FEDERALES: Herederos de la Patria Gaucha, lucharan por recuperar y mantener la tradición criolla, siendo fieles a los valores de la Cristiandad y guardianes de la todo el patrimonio territorial y cultural de sus mayores. Entenderán la historia y respetaran fuertemente las raíces de la nacionalidad y de la cultura, nunca pretendiendo un cambio, sino la revalorización y la permanencia. (ESTOS SE VAS A NUTRIR DE LA PRIMERA ETAPA DE LA CULTURA CRIOLLA)

·         LOS UNITARIOS: Herederos de la mentalidad Ilustrada – moderna, desconocerán y rechazaran a la tradición criolla, al gaucho y la patria gaucha, proponiendo un país diferente, marcado por la europeización, tratando de convertir a este país en una continuación de algunas ciudades europeas como Francia o Inglaterra. Desconocen la historia y las raíces culturales que forjaron la identidad de nuestra patria y de nuestra nación. (ESTOS SE VAN A NUTRIR DE LA SEGUNDA ETAPA DE LA CULTURA CRIOLLA)